domingo, 25 de septiembre de 2011

Saga Chicago Stars 6: Cázame si puedes de Susan Elizabeth Phillips

Cázame si puedes.


Annabelle está harta de ser la única fracasada en una familia de triunfadores. Ha soportado trabajos sin futuro y la ruptura de un compromiso matrimonial. ¡Hasta su pelo es un desastre! Pero todo eso va a cambiar ahora que se ha hecho cargo de la agencia de contactos de su difunta abuela. Para promocionar la agencia en grande, lo único que tiene que hacer es conseguir como cliente al soltero más codiciado de Chicago...
Con su sagacidad, sus increíbles ojos verdes y su calculado encanto, Heath Champion es el mejor representante deportivo del país. Es rico, decidido y espectacularmente atractivo, de modo que ¿para qué necesita una casamentera? Pero Heath anda buscando el símbolo definitivo de su éxito: la esposa perfecta. Portia Powers, delgada, rica y despiadada, es la dueña de la agencia matrimonial más importante de la ciudad. Una advenediza como Annabelle no va a impedirle conseguir lo que desea: que sea su agencia la que le consiga pareja a Heath...


Descargar


Una novela muy divertida. Me reí mucho con esta pareja, sobretodo con las metidas de pata de él....

Saga Chicago Stars 5: Este corazón mio de Susan Elizabeth Phillips

Este corazón mío.


Molly Somerville tiene fama de meterse en líos. Es verdad que se desprendió de una herencia de quince millones de dólares… pero vaya, nadie es perfecto. Aún así tiene una vida casi perfecta, esa es Molly. Aunque sus libros de la Conejita Daphne podrían venderse mejor, vive encantada con su minúsculo loft, su caniche francés y su profesión de escritora de cuentos infantiles.
Sí, Molly se siente feliz por casi todo … excepto por llevar tanto tiempo enamorada de Kevin Tucker, el desvergonzado y terriblemente atractivo jugador de los Chicago Stars, ¡un hombre que ni siquiera recuerda cómo se llama ella! Una noche, la tendencia a meterse en líos la lleva directamente a los brazos de Kevin. Si al menos ese futbolista bien pagado, que conduce Ferraris y detesta los caniches, fuese tan superficial como ella desea, Molly podría conseguir una vida casi perfecta…


Descargar


Mi libro favorito de esta autora. Lo tiene todo: unos personajes muy bien descritos, situaciones de todo tipo y una trama que engancha. 

sábado, 17 de septiembre de 2011

Escenas de libros: Confesiones en un avión

Esta escena de No te lo vas a creer es muy loca. Me reí mucho mientras me la leía...


Reseña y descarga del libro






Vamos a morir. 
-¿Perdone? -El norteamericano que va a mi lado me observa con cara tensa y lívida. 
¿He hablado en voz alta? 
-Vamos a morir -aseguro. 
Lo miro fijamente. Podría ser la última persona que vea. Me fijo en las arrugas que tiene alrededor de 
los ojos y en su poderosa mandíbula, sombreada por una barba de dos días. 
El avión comienza a descender de súbito, y doy un grito involuntario. 
-No creo -me tranquiliza él, pero veo que se sujeta con fuerza al apoyabrazos-. Según han informado, no 
es más que una turbulencia. 
-Pues claro. No van a decir: «Bueno, chicos, se terminó»- suelto con voz histérica. El avión da otro 
terrorífico bandazo y estrujo la mano de mi vecino-. No saldremos de ésta. Sé qué es el final. Se 
acabó. Tengo veinticinco años, ¡por el amor de Dios! No estoy preparada. Todavía no he hecho nada. No 
he tenido hijos, no he salvado la vida de nadie. -Mis ojos se posan por casualidad en el ni titulo cosas 
que hacer antes de cumplir treinta años»-. 
Jamás he escalado una montaña, no me he hecho un tatuaje, ni siquiera sé si tengo punto G... 
-¡¿Cómo?! -exclama el hombre; parece desconcertado, pero casi ni lo oigo. 
-Mi carrera profesional es de risa. No soy una alta ejecutiva -confieso señalando mi traje, a punto de 
llorar . No tengo un equipo. Soy una simple auxiliar; hoy he estado en mi primera reunión importante y ha 
sido un completo desastre. La mirad de las veces no tengo ni idea de lo que me hablan, no sé lo que quiere 
decir logística, jamás me ascenderán, le debo cuatro mil libras a ni¡ padre y nunca he estado realmente 
enamorada. -Enmudezco-. Perdone, seguro que no quiere oír todas estas cosas. 

-No pasa nada -afirma él. 
Dios, estoy perdiendo los papeles. 
Da igual. Además, todo lo que he dicho no es verdad, porque estoy enamorada de Connor. Debe de ser la 
altura o algo así lo que me está confundiendo. 
Aturdida, me aparto el pelo de la cara e intento mantener la compostura. Creo que empezaré a contar 
otra vez. Trescientos cincuenta y... seis. Trescientos... 
¡Dios mío! ¡No, por favor! El avión empieza a bambolearse de nuevo. Nos precipitamos al vacío. 
-Nunca he hecho nada por lo que mis padres puedan estar orgullosos -comienzo a decir. Las palabras 
salen a borbotones sin que pueda contenerlas-. Nunca. 
-Estoy convencido de que eso no es verdad -replica el norteamericano con gentileza. 
-Es cierto. Quizá en un tiempo lo estuvieran. Pero luego vino a vivir con nosotros mi prima Kerry y, de 
pronto, era como si no me viesen. Sólo le prestaban atención a ella. Mi prima tenía catorce años y yo, diez; 
pensé que iba a ser fantástico. Ya sabe, como tener una hermana mayor o algo similar. Pero las cosas no 
fueron del todo así... 

No puedo estar callada, no puedo. 
Cada vez que el avión se mueve o se agita, dejo escapar un torrente de frases, como agua por una 
catarata. Sólo soy capaz de hablar, o de gritar. 
-Ella era campeona de natación, campeona en todo, y yo no era nada a su lado... 
»... un curso de fotografía, y creí que realmente mi vida iba a cambiar... 
»... Cincuenta y seis, pero tenía pensado ponerme a dieta... 
»... solicité todo tipo de trabajos. Estaba tan desesperada que incluso pedí... 
»... horrible chica que se llama Artemis. El otro día llegó un escritorio nuevo y se quedó con él, a pesar de 

que el mío es cutre y pequeño... 
»... a veces riego su maldita planta, una cinta, con zumo de naranja, para que aprenda... 
»... encantadora Katie, que trabaja en el departamento de Personal. Tenemos una contraseña; cuando se 
acerca y me pregunta: "¿Te importaría repasar unas cuentas conmigo, Emma?", quiere decir que nos 
vayamos a Starbucks... 
   »... horribles regalos y he de fingir que me gustan... 
»... el café de la oficina es la cosa más repugnante que he bebido en mi vida, un auténtico veneno... 
»... en mi currículum puse que mi nota de Matemáticas en la selectividad era sobresaliente, cuando en 
realidad sólo había aprobado. Sé que es una gran mentira, que no debería haberlo hecho, pero deseaba 
tanto que me dieran el puesto... 
¿Qué me ocurre? Normalmente tengo una especie de filtro que me frena y me impide contar de buenas a 
primeras lo que se me pasa por la cabeza. 
Pero ha dejado de funcionar. Todos mis pensamientos salen en avalancha, como en una enorme y 
caprichosa corriente que soy incapaz de detener. 
-A veces pienso que creo en Dios porque, si no, ¿cómo hemos llegado aquí? Pero luego me digo que qué 
sucede con las guerras y cosas así... 
   »... llevar tangas porque no se notan, pero son muy incómodos... 
»... talla treinta y ocho y no sabía qué hacer, así que dije: "¡Vaya!, es fantástico. 
   »... mi comida favorita son los pimientos asados... 
»... me apunté a un club de lectura, pero no conseguí acabar Grandes esperarazas. Así  que le eché un 
vistazo a la contracubierta y actué como si lo hubiera leído... 

»... le di un montón de comida para peces y, la verdad, no sé qué pasó... 
»... en cuanto oigo la canción Close to You de los Carpenters me pongo a llorar... 
»... me gustaría tener las tetas más grandes. Es decir, no como las de las revistas, sino, ya sabe, un poco 
más grandes. Para saber lo que se siente... 
   »... mi cita perfecta empezaría con una botella de champán que apareciera en la mesa como por arte de 
magia... 
   »... compré un bote enorme de Háagen-Dazs, me lo zampé todo y no le dije nada a Lissy.. 
No me entero de nada de lo que ocurre a nuestro alrededor. El mundo se reduce a este hombre, a mí y a 
mi boca, que no deja de vomitar mis más íntimos pensamientos y mis secretos. Ya casi no sé ni lo que digo. 
Lo único que sé es que me sienta bien. 
¿Serán así las terapias? 

»... se llamaba Danny Nussbaum. Mis padres estaban en el piso de abajo viendo Ben Hur, y recuerdo que 
pensé que si aquello era lo que entusiasmaba tanto a la gente, el mundo estaba loco... 
»... me pongo de lado porque así el escote parece mayor... 
»... trabaja en estudios de mercado. La primera vez que lo vi me pareció muy guapo. Es muy alto y rubio, 
porque es medio sueco, y tiene unos preciosos ojos azules. Así que me invitó a salir con él y... 
»... siempre me tomo una copita de jerez dulce antes de una cita, para calmar los nervios... 
»... es maravilloso. Connor es absolutamente fantástico. Tengo mucha suerte. Todos me dicen lo 
estupendo que es. Es cariñoso y bueno, y ha triunfado en la vida. Todo el mundo asegura que somos la 
pareja perfecta... 
»... nunca se lo confesaría a nadie, pero a veces pienso que es demasiado guapo. Casi como un muñeco. 
Como Ken, el de Barbie. Un Ken rubio. 
Ahora he sacado el tema de mi novio y le estoy diciendo cosas que no le he contado a nadie. Cosas que ni 
siquiera sabía que pensaba. 
-En Navidad le regalé un bonito reloj con correa de cuero, pero usa uno digital de color naranja porque 

da la temperatura de Polonia o algo así... 
»... me llevaba a un montón de conciertos de jazz, y yo fingía pasarlo bien sólo por ser amable. Ahora 
cree que me gusta ese tipo de música... 
»... se sabe de memoria los diálogos de todas las películas de Woody Allen. Recita las frases antes que 
los personajes y me saca de mis casillas... 
   »... me mira como si le hablara en chino... 
»... empeñado en encontrarme el punto G, así que nos pasamos el fin de semana haciéndolo en distintas 
posturas. Al final estaba destrozada; lo único que me apetecía era una pizza y ver Friends... 
»... no dejaba de repetir: "¿Qué te ha parecido?" Tuve que inventar una historia; le aseguré que había 
sido fabuloso, que había sentido que todo mi cuerpo se abría como una flor. Me preguntó qué tipo de flor y 
le contesté que una begonia... 
»... no puedo esperar que la pasión inicial dure siempre. Pero ¿cómo saber si nuestra relación ha ido 
perdiendo intensidad para convertirse en un agradable y duradero compromiso o en un asqueroso: "Ya no 
tenemos ganas de vernos"...? 
»... un príncipe con brillante armadura no es una opción muy realista, pero una parte de mí anhela un amor 
desbordante y romántico. Quiero pasión, que me conquisten. Deseo sentir un terremoto o..., no sé, un gran 
torbellino..., algo realmente excitante. A veces pienso que una vida nueva y emocionante me espera en algún 
sitio, y si pudiera... 
-Perdone, señora. 
-¿Qué? -contesto aturdida-. ¿Qué pasa? 
La azafata de la trenza de raíz me mira sonriente. 
-Hemos aterrizado. 

Escenas de libros: El caballo de la discordia

Escena muy divertida del libro Siempre de Lyndsay Sands.
Reseña y descarga del libro






"Hay... un caballo en mi gran salón," Aric murmuró con descreimiento. 
"Yo sabía que olía algo raro," Sir Spencer murmuró con satisfacción,  
y luego fue en dirección a la mesas, seguido por Joseph. El  
obispo vaciló por un momento para mirar curiosamente no caballo, 
luego siguió a los otros dos hombres, actuando como si no hubiese 
nada extraño. 
"Hay un caballo en mi gran salón," Aric repitió bastante ofuscado. 
"Si, eso parece, " Gordon Burkhart concordó. Cruzando el recinto, él 
comenzó caminar lentamente alrededor del animal, viendo qué 
podía ver del caballo por debajo de toda la ropa. No había un 
centímetro de la piel del animal que estuviese descubierta. Ni siquiera 
se podía ver el color de la bestia. La única cosa visible era su cara, y 
también estaba media escondida. 
"Hay un caballo en mi gran salón." Aric estaba comenzando a sonar 
como un lunático.  
Ahora que el hecho había sido establecido, nadie mas le prestaba 
atención. Robert se unió a Lord Burkhart para examinar a la bestia y 
murmuró, "Crees que es macho o hembra?" 
"Bien... " Gordon vaciló "No se puedo decirlo por el vestido. Hay un 
vestido alrededor de una pierna. Pero hay una camisa aquí. Pero esos  
parecen ser pantalones. Y si no me equivoco es la gran capa de Aric 
la que está sobre su lomo." 
Las cejas de Robert se arquearon mientras observaba de más cerca la 
capa en cuestión. " Tienes razón. Esa es su capa." 
"Mi capa?" Aric gritó con alarma, avanzando para mirar la prenda en 
cuestión. Luego dijo, "Mi Dios! Es mi capa. Hay un caballo en mi  
gran salón vistiendo mi capa." 
"Entonces …" Robert reprimía la risa ante la angustia de su amigo  
"Esta usando vestidos y pantalones. Eso explica una cosa para mí. " 
 Lord Burkhart levantó una ceja. "Que está castrado?" él sugirió  
secamente. Robert sonrió. "No, y no estoy ansioso por descubrirlo." 
"Entonces qué te sugiere la ropa?" 
"Que esto es obra de lady Rosamunde." 
Cuando Lord Burkhart levantó 
sus cejas con sorpresa, Robert sonrió. "Ella es la única persona que 
conozco que usa tanto pantalones como vestidos." 
"No te creo¿Realmente?" Gordon preguntó con interés.  
"Hay un caballo en mi gran salón!" Aric rugió, atrayendo la atención 
de los dos hombres hacia su rostro furioso. 
"Si, Aric. Ya lo notamos, " su padre señaló. Algo que se parecía 
sospechosamente a la burla se asomaba en la cara del hombre. 
Aric abrió la boca para gritar un poco más, pero las palabras se 
trabaron en su garganta ante un sonido altamente sospechoso que 
salió del sector trasero del caballo.  
"Qué fue eso? " él estalló. 
"Nada, " Lord Burkhart murmuró, levantando una mano para cubrirse la 
nariz. "Sonó eh… eh… huele como si el pobre animal estuviese 
sufriendo de … flatulencias y cólicos." 
"Flatulencia..." cuando Aric repitió la palabra inexpresivamente, Robert 
escondió su risa con una tos y murmuró el término más vulgar. "Fue un 
pedo, Aric." 
"Un pedo? Un pedo!" Sus ojos se agrandaron con horror cuando el 
sonido y el olor se repitió por segunda vez. "Oh, mi Dios! él se está 
cagando en mi gran salón!" Sacudiendo frenéticamente una mano 
delante de su nariz, él fue hacia un lugar mas seguro y distante. 
"Eso era sin duda lo que olí cuando entré, " Sir Spencer gritó 
alegremente  desde la mesa, la cual estaba a una distancia segura. Sus palabras 
causaron un comentario apreciativo del obispo Shrewsbury. 
"Tienes un olfato muy bueno, caballero," el hombre elogió. " Yo  
no olí nada cuando entramos." 
"Gracias." Sir Spencer encogió los hombros y aceptó el elogio. 
"Cuando pierde la vista, los otros sentidos tienden a agudizarse en un 
intento de compensar." 
"Ese sombrero que usa caballo me parece bastante familiar, Aric," 
Robert  comentó, quitando su atención de la conversación en la mesa. " No es 
el nuevo que compraste en tu última viaje a Londres?" 
Aric miró de vuelta al caballo y repentinamente se paralizó, su boca 
articulando, pero ninguna palabra salió de ella. Su amigo tenía razón. 
Ese sombrero colgando de la cabeza del animal! Era su sombrero mas 
nuevo. - Aric todavía estaba parado y paralizado un momento más 
tarde  cuando Rosamunde bajó corriendo las escaleras abajo, su atención 
concentrada en las medias largas que traía en sus manos. 
"Aquí llegué. Estas deberían ayudarte a mantener los pies calientes. No 
tienen ningún agujero," ella gritó alegremente mientras alcanzaba la 
parte inferior de las escalera y cruzaba el salón en dirección al animal. 
"Ahora, sólo debemos conseguir metérselas en los pies. " Parándose al 
lado del animal, ella se agachó. El caballo levantó su pata 
inmediatamente, aparentemente dispuesto a cooperar, y fue 
entonces cuando Aric halló su voz, consiguiendo atraer la atención 
con un berrido. 
"Esposa!" 
Soltando la pata del caballo, Rosamunde abruptamente se enderezó, 
sus ojos se agrandaron con horros cuando vio a el grupo estando en la 
mesa. "Marido! Has retornado!" ella gritó con desánimo, luego se paró 
delante  del caballo como si pensase que podía esconder su grande tamaño 
detrás de su pequeño cuerpo.  
"Qué estás haciendo aquí?" 
"Qué estoy …" Aric comenzó a decir, luego cambió de idea, "Qué diablos está haciendo él aquí?" 
"Quién? " ella preguntó con ingenuidad mientras Aric comenzaba a 
atravesar el salón hacia ella.  
El animal ahora había colocado su cabeza sobre el hombro de ella 
como si intentase recordarle de su presencia y señalándole que él era 
el "él " en cuestión. 
"Esposa," Aric comenzó a decir nuevamente. 
Los hombros de ella se hundieron, Rosamunde suspiró, y luego movió 
nerviosamente e impacientemente su pie derecho. "No deberías 
haber vuelto tan temprano. No volviste hasta la hora de la cena ayer, 
y yo pensé que ibas a volver tarde nuevamente hoy. De otro modo lo 
hubiera hecho mover a otro lugar," ella reclamó, de alguna manera 
haciendo que eso sonase como si fuese culpa de él. 

Besar a un ángel de Susan Elizabeth Phillips

Besar a un ángel


La hermosa y caprichosa Daisy Deveraux puede ir a la cárcel o casarse con el misterioso hombre que le ha elegido su padre. Los matrimonios concertados no suceden en el mundo moderno, así que... ¿cómo se ha metido Daisy en este lío?
Alex Markov, tan serio como guapo, no tiene la menor intención de hacer el papel de prometido amante de una consentida cabeza de chorlito con cierta debilidad por el champán. Aparta a Daisy de su vida llena de comodidades, la lleva de viaje con un ruinoso circo y se propone domarla.
Pero este hombre sin alma ha encontrado la horma de su zapato en una mujer que es todo corazón. No pasará demasiado tiempo hasta que la pasión le haga remontar el vuelo sin red de seguridad... arriesgándolo todo en busca de un amor que durará para siempre.


Este libro me encanta (como todos los de Susan Elizabeth que he leído). Simplemente es especial. Un argumento muy original, unos personajes muy bien trazados, unas tramas que enganchan al lector. Este libro desprende magia. Hay magia entre los dos protagonistas. Este libro tiene algo que te hace soñar, reír, llorar... Por eso simplemente me encanta.

—Yo, Theodosia, te tomo ti... —La voz de Daisy se apagó.
El novio en cuestión no le dirigió ni una simple mirada y, por supuesto, tampoco intentó
ayudarla. Permaneció con la vista al frente, y las inflexibles líneas de aquel duro perfil le
provocaron a Daisy un cosquilleo en la piel. Él acababa de formular sus votos, así que tenía
que haber pronunciado el dichoso nombre, pero la falta de inflexión en su voz no había
traspasado la parálisis mental de Daisy y no se había enterado.
—Alexander —masculló su padre detrás de ella, y Daisy pudo deducir por el tono de su
voz que apretaba los dientes otra vez. Para haber sido uno de los mejores diplomáticos de
Estados Unidos no se podía decir que tuviera demasiada paciencia con ella.
Daisy se clavó las uñas en las palmas de las manos, diciéndose que no tenía otra
alternativa.
—Yo, Theodosia... —tragó saliva, —te tomo a ti, Alexander... —volvió a tragar saliva, —
como mi horrible esposo.
Hasta que no escuchó la exclamación de Amelia, su madrastra, no se dio cuenta de lo
que había dicho. El semental volvió la cabeza y la miró. Arqueaba una ceja oscura con leve
curiosidad, como si no estuviera seguro de haber oído correctamente. «Mi horrible esposo.»
El peculiar sentido del humor de Daisy tomó el control y sintió que le temblaban los labios.
Él alzó las cejas, y esos ojos profundos la miraron sin una pizca de diversión. Resultaba
evidente que el semental no compartía sus problemas para contener una risa inoportuna.
Tragándose la histeria que crecía en su interior, Daisy miró rápidamente hacia delante sin
disculparse. Al menos una parte de aquellos votos había sido honesta porque él, sin duda,
sería un esposo horrible para ella. Finalmente, el bloqueo mental desapareció y el apellido
del novio irrumpió en su mente. Markov. Alexander Markov. Era otro de los rusos de su
padre.




Saga Love by numbers 1: 9 reglas que romper para seducir a un granuja de Sarah MacLean

9 Reglas que romper para seducir a un granuja.




1. Besar… apasionadamente.
2. Fumar puros y beber alcohol.
3. Montar a horcajadas.
4. Practicar esgrima.
5. Asistir a un duelo.
6. Disparar una pistola.
7. Jugar (en un club de caballeros).
8. Bailar todos los bailes en una fiesta.
9. Ser considerada hermosa. Una sola vez.

Una de las reglas sociales más conocidas dice que una joven de buena familia nunca debería acudir a casa de un marqués de mala reputación y pedirle un beso apasionado. Sin embargo, para conquistar a este granuja, lady Carpurnia Hartwell deberá romper todas las reglas….
Lady Calpurnia Hartwell siempre ha seguido las reglas, reglas que la han dejado soltera, y más que un poco insatisfecha. Así que se compromete a romper las reglas y vivir la vida de placer que ella se ha estado perdiendo.
Pero para bailar cada baile, para robar un beso a medianoche - para hacer esas cosas, Callie necesita un socio dispuesto. Alguien que sepa todo acerca de romper las reglas. Alguien como Gabriel St. John, el Marqués de Ralston, encantador y devastadoramente guapo, su malvada reputación sólo comparable con su sonrisa pecadora.
Si ella no tiene cuidado, va a romper la regla más importante de todas, la que dice que los buscadores del placer nunca deben enamorarse perdidamente…



Descargar


Este libro lo descubrí hace muy poco y lo acabo de leer. Me encanta. Lo recomiendo especialmente. Un argumento muy original, escenas muy frescas y divertidas. Y sobretodo unos personajes geniales. Y es increíble como esta mujer acaba haciendo todo lo de la lista, a pesar de las dificultades porque en esa época eran muy cerrados de mente.
Estoy deseando que salgan los dos siguientes de la saga.


Callie observó fascinada cómo Benedick abría la purera de plata y sacaba dos
largos y finos puros de color chocolate. Luego le vio ponerse uno en los labios y
encender la cerilla, aspiró y exhaló una nube de humo.
—¡Fascinante! —Callie ladeó la cabeza y observó cómo se encendía la punta del
cigarro.
Cerrando los ojos, como si no quisiera ser testigo de la inocente cara de su
hermana y su propio mal comportamiento, Benedick aspiró hondo otra vez y luego
ofreció el puro a Callie.
Ella lo cogió, temblando de excitación. Por supuesto, cuando tuvo el objeto
entre los dedos no supo cómo proceder. Buscó la divertida mirada de su hermano a
través de la columna de humo que emitía el cigarro y le dijo:
—¿Y ahora qué hago?
—Poco más hay, la verdad —indicó Benedick despreocupadamente—. Ahora te
lo fumas.
—¿Así? —preguntó ella, llevándose el puro a los labios y respirando hondo.
Observó que Benedick abría los ojos como platos al verla hacer aquello, y no fue
consciente de nada más porque comenzó a toser bruscamente. Una horrible y ronca
tos que consumió todas sus fuerzas. Fue vagamente consciente de que su hermano le
quitaba el puro de la mano para permitir que ella se diera palmaditas en el pecho.
Desesperada por obtener aire, aspiró profundamente un par de veces, lo que provocó
que volviera a toser y que Benedick le golpeara la espalda hasta que ella levantó la
mano para que se detuviera, temiendo que aquellos golpes le dejaran los pulmones
sin aire.
Cuando pudo pensar en algo que no fuera respirar aire puro, miró a su
hermano, que se inclinaba sobre ella temblando. Segura de que se estremecía de
preocupación por su bienestar, Callie se dispuso a apaciguar sus temores, pero
descubrió que los temblores no eran debidos a eso, sino a que estaba conteniendo la
risa. Al notar aquella amplia sonrisa, la mirada tranquilizadora de la joven se
transformó de inmediato en un ceño fruncido. Los dientes brillaban en medio de la
cara de Benedick, ahora roja por el esfuerzo de no reír.
—No eres un caballero.
Aquellas palabras acabaron con la contención del conde, que comenzó a reírse a

carcajadas ante el enfado de su hermana. Al ver su diversión, Callie empezó a
encontrarle la gracia a la situación y comenzó a reírse también, lo que provocó otro
acceso de tos, más palmaditas y otra ronda de risas.



lunes, 12 de septiembre de 2011

Escenas de libros: Pilladas in fraganti en ropa interior


Esta escena de Secretos de una noche de verano de Lisa Kleypas me encanta...
Simplemente sin palabras. Compruébenlo por vosotras mismas.

—Probablemente no debería preguntar, pero ¿qué demonios están haciendo? 
    Esas palabras sacaron a Annabelle de su parálisis. Desde luego, no podía quedarse allí de pie y 
conversar con él vestida tan sólo con la ropa interior. Sin embargo, su dignidad —o lo que quedaba de 
ella le exigía que no emitiera un chillido estúpido antes de correr a por su ropa tal y como habían hecho 
Evie y Daisy. Satisfecha con esa idea caminó con rapidez hacia su abandonado vestido y lo Sostuvo 
frente a ella mientras se giraba para enfrentarse a Simón Hunt una vez más.  
        —Estábamos jugando al rounders —explicó, aunque su voz sonó bastante más aguda que de 
costumbre. 
 Hunt echó un vistazo a su alrededor antes de clavar la vista en ella una vez más. 
 —¿ Y por qué...? 
 —No se puede correr de forma adecuada con faldas —lo interrumpió Annabelle—. Cualquiera 
diría que es algo obvio. 
   Al escuchar el comentario, Hunt apartó la mirada con premura pero no antes de que ella pudiese 
atisbar el súbito destello de su sonrisa. 
    —Puesto que nunca lo he intentado, tendré que aceptar su palabra al respecto. 
 Por detrás de ella, Annabelle escuchó cómo Daisy le recriminaba a Lillian: 
 —¡Creí que habías dicho que nadie venía jamás a este prado! 
 —Eso fue lo que me dijeron —replicó Lillian con voz apagada al tiempo que se introducía en el 
círculo de su vestido y se inclinaba para subirlo de un tirón. 
 El conde, que había permanecido callado hasta ese momento, dijo unas palabras con la mirada 
deliberadamente fija en el horizonte.  
 —Su información era correcta, señorita Browman —dijo de forma controlada—. Este terreno es, 
por lo general, poco frecuentado. 
        —Muy bien, ¿entonces por qué están ustedes  aquí? —quiso saber Lillian con un tono tan 
acusador que hizo parecer que ella, y no Westliff, era la dueña de la propiedad. 
   La pregunta consiguió que la cabeza del conde se girara con asombrosa velocidad. Le dedicó a la 
chica americana una mirada de incredulidad antes de apartar la vista una vez más. 

 —Nuestra presencia aquí es producto de una simple casualidad- dijo con frialdad—. Hoy deseaba 
echar un vistazo a la parte norte de mi propiedad. —Le dio a la palabra «mi» un énfasis sutil pero 
inconfundible—. Fue cuando el señor Hunt y yo recorríamos el camino que las oímos gritar. Creímos que 
lo mejor sería investigar lo que sucedía y nos acercamos con la intención de ofrecer ayuda si era 
necesario. No teníamos ni la más remota idea de que ustedes estarían utilizando este prado para... 
para... 
     —Jugar al rounders en pololos —terminó Lillian al tiempo que metía los brazos en las mangas del 
vestido. 
   El conde, al parecer, fue incapaz de repetir aquella ridícula frase. Se giró con su caballo y dijo de 
forma cortante por encima del hombro: 
     —Planeo sufrir de amnesia en los próximos cinco minutos. Antes de que lo haga, les sugeriría
en el futuro se abstuvieran de llevar a cabo actividades que supongan andar en cueros fuera de sus  
aposentos, ya que puede que el siguiente transeúnte que las descubra no se muestre tan indiferente 
como el señor Hunt o yo mismo. 
 A pesar de la mortificación, Annabelle tuvo que reprimir un bufido de incredulidad ante el 
comentario del conde sobre la supuesta indiferencia de Hunt, por no mencionar la suya propia. Desde
luego, Hunt había conseguido echarle un buen vistazo. Y si bien el escrutinio de Westcliff había sido má
sutil, a Annabelle no se le había pasado por alto que le había echado una buena mirada a Lillian antes
de girar su caballo. 
(...)


 —De todos los hombres que podrían habernos descubierto de  esta guisa —dijo Annabelle con 
disgusto—, tenían que ser esos dos. 


   Se miraron todas con una expresión de desdén compartido hacia los visitantes y, de pronto, 
Annabelle prorrumpió en unas irreprimibles carcajadas. 
    —Estaban sorprendidos, ¿no os parece? 
      —Pero no tanto como nosotras —contestó Lillian—. Lo que importa ahora es cómo seremos 
capaces de volver a miradas a la cara. 
      —¿ Cómo volverán a miramos ellos? —argumentó Annabelle—. Nosotras estábamos ocupadas 
con nuestros propios asuntos... ¡Los intrusos eran ellos! 
      —Tienes mucha razón... —comenzó Lillian, pero se detuvo al escuchar un sonido ahogado que 
procedía del lugar donde habían merendado. 
 Evie se retorcía sobre la manta mientras Daisy, de pie, la miraba con los brazos en jarras. 
 Annabelle corrió hacia la pareja y le preguntó consternada a Daisy 
 —¿ Qué ocurre? 
 —La vergüenza ha sido demasiado para ella —dijo Daisy—. Le ha dado un ataque. 
 Evie rodó sobre la manta con una servilleta a modo de escudo sobre el rostro, al tiempo que una 
de sus orejas adquiría el color de las remolachas en vinagre. Cuanto más trataba de contener las 
carcajadas peores se volvían éstas, hasta que empezó a jadear frenéticamente entre risas. De alguna 
manera, consiguió pronunciar algunas palabras. 
—¡Vaya introducción ap—aplastante a los juegos de campo!—Y, después, volvió a resollar entre 
espasmos de risa mientras las demás la contemplaban. 

Saga Chinooks 2: Jane juega y gana de Rachel Gibson

JANE JUEGA Y GANA

ÉSTA ES JANE...
Un tanto desilusionada, bastante terca y cansada de acudir a citas a ciegas con hombres poco interesantes, Jane Acott parece llevar la típica existencia de mujer soltera en una gran ciudad. Sin embargo, tiene una doble vida. Durante el día es una periodista deportiva, encargada de seguir a un equipo de hockey, los Chinooks de Seattle –y especialmente a la estrella del mismo, el portero Luc Martineau. Durante la noche, es escritora, la creadora secreta de las escandalosas aventuras de Bomboncito de Miel, una serie de la que todos los hombres hablan.

Y AHORA ESTÁ DISPUESTA A JUGAR...
Luc tiene clara su opinión acerca de esos parásitos llamados periodistas; incluida Jane. Pero si cree que va a conseguir que la vida de Jane sea un infierno... ¡lo lleva claro!

Y A SEDUCCIR...
Además, desde que tiene uso de razón se ha visto a sí mismo como un hombre soltero. Lo último que necesita es una reportera entrometida que escarbe en su pasado y se interponga en su camino. Pero desde el momento en que ve como esa mujercita se despoja de su vestimenta negra y gris, tan aburrida y poco atractiva, y se pone ese vestido rojo pasión que le vuelve loco, se da cuenta de que puede haber mucho más detrás de Jane de lo que ésta deja ver.

Quizá sea el momento de arriesgarse. Quizá sea el momento de experimentar todas esas fantasías. Quizá sea el momento de...VER COMO JANE GANA

Me encanta este libro. Muy divertido y ameno. Escenas muy bien contadas y bien descrito sin llegar a cansar. Personajes muy buenos, sobretodo los dos protagonistas.
Jane es una chica normal y corriente, humilde y trabajadora. Porque como he dicho siempre la perfección aburre en cuanto a personas, y esta novela no deja a nadie indiferente.
Abrió su bolso y metió en él el cuaderno y el bolígrafo. Se encaminó al vestuario de los 
Chinooks mostrando el pase de prensa. Sentía un nudo en el estómago mientras avanzaba por el 
pasillo. Era una profesional. Podía hacerlo. No había ningún problema. 
«Míralos a los ojos y no bajes la vista», se recordó a sí misma mientras sacaba su pequeña 
grabadora. Entró en el vestuario y se detuvo en seco. Hombres en diferentes grados de desnudez 
estaban de pie frente a las banquetas o las taquillas abiertas, sacando sus ropas. Mucho músculo y 
sudor. Amplios pechos y espaldas. Unos abdominales espectaculares, un culo y... 
¡Dios del cielo! Se puso roja y los ojos casi se le salieron de las órbitas al ver el tamaño de los 
atributos de Vlad Empalador Fetisov. Jane acabó alzando la vista, no antes de descubrir que lo que 
había oído decir acerca de los hombres europeos era cierto. Vlad no estaba circuncidado, y eso 
suponía un exceso de información respecto a lo que ella deseaba saber. Por un segundo Jane pensó 
en disculparse, pero no podía hacerlo, pues equivaldría a admitir que había visto algo. Le echó un 
vistazo al resto de periodistas deportivos y comprobó que ninguno de ellos se disculpaba. ¿Por qué 
se sentía como si estuviese en el instituto espiando en el vestuario de chicos? 
«Habías visto un pene con anterioridad, Jane. No tiene nada de especial. Si has visto uno, los has 
visto todos... Vale, de acuerdo, eso no es del todo cierto. Algunos penes son mejores que otros. 
¡Para! ¡Deja de pensar en penes! Estás aquí para hacer un trabajo, y tienes tanto derecho a ello 
como cualquier periodista. Es la ley, y tú eres una profesional.» Sí, eso fue lo que se dijo mientras 
se encaminaba hacia los jugadores y los reporteros deportivos, intentando mantener la mirada por 
encima de sus hombros. 
Pero ella era la única mujer en un vestuario lleno de corpulentos, rudos y desnudos jugadores de 
hockey. No podía evitar sentirse fuera de lugar. 
Mantuvo la vista alzada al tiempo que se acercaba al periodista que estaba entrevistando a Jack 
Lynch, el extremo derecho que había marcado el único gol de los Chinooks. Sacó su cuaderno al 
tiempo que el jugador se quitaba los calzoncillos. Estaba segura de que debía de llevar calzoncillos 
largos, pero no estaba en disposición de comprobarlo. «No mires, Jane. Pase lo que pase, no bajes la 
vista», se dijo.