Mi querida Señorita Bridgerton,
Hemos estado manteniendo correspondecia durante bastante tiempo, y aunque
nosotros nunca nos hayamos encontrado formalmente, yo me siento como si la
conociera de siempre.
Perdóneme si soy demasiado osado, pero le escribo para invitarle a que nos
veamos por fin. Es mi esperanza que nosotros quizás seamos afines, y usted
acepte ser mi esposa.
Sir Phillip Crane
Sir Phillip supo que Eloise Bridgerton era una solterona sin mucho atractivo, así
que pensó que ella estaría desesperada por una proposición de matrimonio, lo
cual era perfecto para sus planes. Pero... nada más lejos de la realidad. Cuando
observó a la hermosa mujer que estaba parada en el umbral, su corazón dejó de
latir por un momento.
¿Pensaba él que estaba loca? ¡Eloise Bridgerton no podía casarse con un hombre
que nunca había visto! Pero entonces recapacitó, dudaba… y sin darse cuenta de
lo que hacía, se encontraba en un carruaje en mitad de la noche, en busca de lo
que ella pensaba era su hombre perfecto.
Pero Phillip no era el hombre perfecto. Su marido perfecto no podía tener un
humor tan cambiante ni ser tan mal educado, y mientras Phillip era ciertamente
guapo, también era áspero y rudo, totalmente diferente de los caballeros de
Londres que rivalizan por su mano. Pero... cuando él sonrió, cuando él la besó… el
resto del mundo dejó de ser importante. Eloise se preguntó entonces ¿puede este
hombre imperfecto ser perfecto para mí?
Este libro es muy divertido (como todos los de la familia Bridgerton) aunque tiene su parte triste ( y eso es lo que me gusta de los libros, que transmitan muchas emociones: risas, tristeza, emoción...), pero aún así logra sacarte muchas sonrisas. Por eso es muy recomendable
Cuatro. ¿Le había dicho que tenía cuatro hermanos? Seguro que no. Jamás se hubiera planteado casarse con una mujer que tuviera cuatro hermanos. Sólo un estúpido se encadenaría a una familia así. —¿Qué le habéis hecho? —preguntó Eloise, bajando de la espalda de Benedict y corriendo al lado de Phillip. —¿Qué te ha hecho él a ti? —preguntó uno de los otros hermanos. Phillip vio que era el que antes de que sus otros hermanos lo agarraran por el cuello, le había dado un puñetazo en la barbilla. Eloise le lanzó una mirada feroz. —¿Qué haces tú aquí? —Proteger el honor de mi hermana —respondió él. —Como si necesitara tu protección. ¡Si ni siquiera tienes veinte años! «¡Ajá!, este debe ser el chico cuyo nombre empieza por G. ¿George? No, no es ese nombre. ¿Gavin? No…» —Tengo veintitrés años —respondió el chico, con toda la irritabilidad de un hermano pequeño. —Y yo veintiocho —dijo ella—. No necesitaba tu ayuda cuando ibas en pañales y no la necesito ahora. «Gregory, eso es.» Eloise le había hablado de él en una de sus cartas. Maldición, si sabía aquello, también debía saber lo de la tropa de hermanos. No podía echarle la culpa a nadie. —Quería venir —dijo el que estaba en la esquina, el que todavía no había hecho ningún intento de matar a Phillip. Phillip pensó que era el que mejor le caía y más después de ver cómo agarraba a Gregory por el brazo para evitar que se abalanzara sobre su hermana que, por otra parte, era lo que se merecía, pensó Phillip, con mucha ironía, desde el suelo del comedor. Con que pañales, ¿eh? —Pues deberías haberlo detenido —dijo Eloise, ajena a lo que le estaba pasando por la cabeza a Phillip—. ¿Sabéis lo humillante que es esto? Sus hermanos la miraron como si se hubiera vuelto loca, y con toda la razón, pensó Phillip. —Cuando te fuiste sin decir nada —dijo Anthony—, perdiste todo el derecho a sentirte humillada, mortificada, incómoda o cualquier otra emoción que no sea la estupidez más absoluta. Eloise parecía un poco más tranquila pero, aún así, murmuró: —Como si fuera a escuchar algo de lo que me vas a decir. —No como con nosotros —dijo el que debía ser Colin—, con quien eres dócil y obediente, ¿verdad? —¡Por el amor de Dios! —exclamó Eloise, en un tono que las doloridas orejas de Phillip percibieron como muy atractivo. ¿Doloridas? ¿Le habían dado un golpe en las orejas? No lo recordaba. En una lucha de cuatro contra uno era difícil recordarlo todo.
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