sábado, 3 de septiembre de 2011

Escenas de libros: La borrachera



Es esta sección pondré escenas de libros que me hayan gustado.
Esta es...XD
Del libro Heaven Texas de Susan Elizabeth Phillips 
Reseña del libro y descarga


Parecía tan desgraciada que su cólera se desvaneció. Mientras la observaba, 
encontró dificil creer que esa lastimosa mujer fuera la misma hembra punzante y 
mandona que había hecho el peor striptease de la historia, se había tirado como 
una bala humana sobre la puerta de su coche, había saboteado su T-Bird y le 
había largado a Slug McQuire una abrasadora conferencia sobre el acoso sexual 
despues de que le hubiera dado una palmada demasiado fuerte en el trasero a una 
de las camareras de Whoppers.  
Normalmente, habría huído de una mujer llorando como de un enjambre de 
abejas asesinas; pero esa mujer era Gracie y de alguna manera se había 
convertido en su amiga, así que hizo una excepción. 
Suzy lo miró con impotencia.  
—La invité a pasar la noche. Estaba bien en la cena, pero cuando volví de la 
Junta, me la encontré así.  
—Saldrá adelante. 
Al oír su voz, Grade levantó la mirada, mirándolo con ojos llorosos y hipando.  
—Ahora yo… —un sollozo interminable— …jamas tendré… —otro sollozo— … 
sexo.  
Suzy salió disparada hacia la puerta.  
—Con permiso, creo que hay unas tarjetas de navidad a las que tengo que 
poner la dirección.  
Cuando desapareció, Gracie buscó a tientas la caja de kleenex que había sobre 
el sofá, a su lado, pero no la encontró por culpa de las lágrimas. Bobby Tom se 
acercó, sacó uno y se lo puso en la mano. Ella enterró allí su cara, con los 
hombros temblando y emitiendo un aullido lastimoso. Cuando se sentó a su lado, 
había decidido que, sin duda, era la borracha mas deprimente que había visto en 
su vida.  
Él dijo muy suavemente:  
—Gracie, cariño, ¿cuántos vasos de vino bebiste? 
—Yo no bebo —dijo ella entre sollozos—. El alcohol es so-solo para los débiles.  
Él frotó sus hombros.  
—Entiendo. 
Lo miró y, con el kleenex en la mano, señaló la pintura que colgaba sobre la 
chimenea. Su padre se la había regalado a su madre unas navidades cuando él 
tenía ocho años. Aparecía él, sentado sobre la hierba con las piernas cruzadas y 
abrazando al perro con el que había crecido, un labrador dorado llamado Sparky.  
Ella señaló el retrato con el dedo. 
—¡Es dificil creer que un niño que parece tan simpático haya crecido para 
convertirse en un depravado mu-mujeriego, egoista e inmaduro, y una rata roba 
trabajos!  
—Asi es la vida. —Le pasó otro kleenex—. Gracie, ¿podrás dejar de llorar el 
tiempo suficiente como para que podamos hablar?  
Ella negó con la cabeza trémulamente.  
—No p-puedo p-parar. ¿Y sabes por qué? Porque me voy a pasar el resto de mi 
vida comiendo puré de patata y oliendo a desin-desin-fectante. —Otro gemido—. 
¿Sabes lo que pasa cuando vives rodeada de muerte todo el tiempo? ¡Qué tu 
cuerpo se seca! —Lo sorprendió al posar las manos sobre los pechos—. Se secan. 
¡Me seco entera! ¡Me voy a morir sin haber tenido sexo!  
Sus manos se inmovilizaron en sus hombros.  
—¿Me estás diciéndo que eres virgen? 
—¡Por supuesto que soy virgen! ¿Quién querría tener sexo con alguien tan pa-
patético como yo? 
Bobby Tom era demasiado caballeroso como para dejar pasar la ocasión.  
—Pues cualquier hombre saludable con sangre en las venas, cariño.  
—¡Ja! —Apartó las manos de sus pechos y cogió otro kleenex. 
—Lo digo en serio. 
Incluso borracha, Gracie no le dejaba pasar ni una.  
—Demuéstralo.  
—¿Qué? 
—Ten sexo conmigo. Ahora mismo. ¡Sí! En este mismo momento. —Sus manos 
volaron hacia los botones de la parte delantera de su blusa blanca y comenzó a 
abrirlos. 
Él detuvo sus brazos y los sujetó con fuerza mientras le dirigía una sonrisa 
cuando intentó soltarse.  
—No podría hacer eso, cariño. No, contigo borracha.  
—¡No estoy borracha! Te lo dije antes, no bebo. —Se soltó de sus manos y 
torpemente se bajó la blusa por los brazos. Antes de que él se diera cuenta, 
estaba sentada ante él, desnuda de la cintura para arriba excepto por un sujetador 
transparente de color rosa con multitud de corazones diminutos estampados que 
parecían minúsculos mordiscos de amor como gotas derramadas sobre sus pechos.  
Bobby Tom tragó saliva mientras se ponía duro en un microsegundo. Tuvo el 
salvaje pensamiento de que se estaba volviendo loco, por culpa de Gracie. 
Después de preocuparse en secreto porque su deseo sexual parecía haberlo 
abandonado en el mismo momento que su carrera había acabado, estaba ahora 
incluso más preocupado por sentirse excitado por una mujer tan sosa. 
Ella miró la expresión de su cara y de pronto estalló en lágrimas otra vez.  
—Tú no quieres tener s-sexo conmigo. Mis pe-pechos son muy pequeños. A ti 
sólo te gustan las mujeres que los tienen grandes. 
Lo que ella había dicho era verdad, así que no entendía que fuera tan dificil 
apartar los ojos de las curvas insignificantes de su pecho. Probablemente era 
porque estaba cansado y estar de regreso a Telarosa había hecho bajar sus 
defensas emocionales y reaccionaba ante cualquier cosa. Tuvo cuidado en no herir 
sus sentimientos.  
—Eso no es cierto, cariño. El tamaño no cuenta tanto como lo que una mujer 
hace con ellos.  
—Yo no sé que hacer con ellos —gimió ella—. ¿Cómo se supone que debo 
saberlo cuando nadie me lo ha enseñado? ¿Cómo se supone que puedo saberlo 
cuando el ú-único hombre que me ha tirado los tejos es un callista que me quiso 
besar el empeine?  
Él no tenía una buena respuesta para eso. Lo que sí sabía, sin embargo, era 
que quería que Gracie se volviera a poner la blusa.  
Mientras se inclinaba hacia el suelo para recogerla, donde ella la había dejado 
caer, ella se puso tambaleantemente de pie.  
—Supongo que aunque me desnude totalmente ante tus ojos, no me desearás.  
Levantó la cabeza rápidamente justo a tiempo de ver como forcejeaba 
temblorosamente con el botón de su fea falda azul marino.  
Él se puso de pie.  
—Gracie, cariño… 
Su falda cayó hasta sus tobillos y él realmente no pudo ocultar la sorpresa. 
¿Quién habría pensado que esas feas ropas pudieran esconder un cuerpo tan bien 
hecho? En algún momento de la noche, ella se había quitado los zapatos y las 
medias y ahora estaba solo en sujetador y bragas. Sus pechos eran pequeños, 
cierto, pero tenía una estrecha cintura en perfecto equilibrio con ellos, redondas 
caderas bien proporcionadas, y piernas largas y delgadas. Se dijo a sí mismo que 
el gran contraste que presentaba con esas amazonas de músculos duros y 
entonados con las que llevaba saliendo tanto tiempo, era la única razón de que la 
encontrara tan atractiva. Sus caderas no eran rocas duras esculpidas por dos horas 
diarias de aerobic y sus bíceps no se habían moldeado con pesas. Tenía el cuerpo 
de una mujer normal, suave y delgado en algunos lugares y redondeado en otros.  
Su entrepierna pulsó cuando vio que sus bragas hacían juego con el sujetador. 
Aunque las braguitas tenían un solo corazón estampado, una gran rosa justo en el 
centro que no era lo suficientemente grande como para esconder el vello rizado 
que sobresalía por los lados. Él experimentó el incontrolable deseo de despojarla 
de ellas allí mismo, en la sala de estar de su madre, con Sparky mirando. Quería 
abrir sus piernas y comprobar si ella estaba tan seca como decía. Y si lo estaba, 
quería usar cada truco que conocía para ponerla caliente, húmeda y lista para él.  
Realmente encontró tentadora la idea. Pasar un par de horas bajo las sábanas 
con la señorita Gracie no iba a matarle. Casi sería un gesto humanitario
Luego la realidad se impuso.
Lo último que necesitaba en su vida ahora mismo era otra 
mujer. Se trataba de deshacerse de ellas, no de añadir otra a la colección. 
Además, si bien tenía casi veinte años de experiencia sexual, no había estado
nunca con una solterona de treinta años que probablemente se desmayaría si
viese un hombre desnudo, por más que estuviera deseando probar la fruta
prohibida.
Sin embargo, no era cruel, y el sufrimiento en la cara de Gracie lo hizo
acercarse. Dio un paso para envolverla entre sus brazos. Ella soltó un suspiro largo
y penetrante, y moldeó su cuerpo al de él como si hubieran sido fusionados por el
calor.
Sintió algo en su interior similar a un cohete del cuatro de julio. Ella olía dulce y
anticuada como a lavanda y lilas. Su feo pelo era suave bajo su barbilla, la piel
tersa de su espalda era como seda bajo sus dedos. Dejó vagar sus manos a lo
largo de su columna vertebral, hasta su cintura y luego las deslizó hacia más abajo
todavía. Se sorprendió de lo pequeña que se sentía contra él. Por su naturaleza
autoritaria, parecía una mujer mucho más grande.
Ella le echó los brazos al cuello.
—¿Vamos a mantener relaciones sexuales ahora?
 —Todavía no, cariño.
—Ah, ¿y podemos besarnos?
—Supongo que podríamos. —Miró su cara manchada por las lágrimas. Ella tenía
una boca bonita, ancha y voluptuosa, con un tentador arco de cupido en el medio
de su labio superior. Inclinando la cabeza, la cubrió con su boca.
Ella besaba como una adolescente en su primera cita, y su inocencia y
excitación lo molestaron. No estaba bien que una mujer de treinta años no tuviera
más experiencia con los hombres. Él comenzó a mover su lengua sobre su boca,
sólo un poco, para mostrarle como usarla.
Ella aprendió rapidamente, y Bobby Tom no tardó mucho en intentar abrir del
todo sus labios. Con un suave suspiro, lo dejó entrar.
 Ella sabía a fruta y lágrimas. Él la acarició con su lengua, al tiempo que sus
manos continuaban disfrutando el puro placer de acariciar unas caderas femeninas
que no fueran tan musculosas como las suyas. Mientras disfrutaba de su pequeño
cuerpo suave, se olvidó de su naturaleza autoritaria y de sus modales irritantes. Lo
hacía recordar exactamente cuantos años habian pasado desde que él habia
estado con una virgen.
Bobby Tom sintió sus gemidos contra su boca, y la lengua de Gracie emprendió
su propio viaje. Su cuerpo reaccionó violentamente. Sacando las manos de sus
bragas, la levantó cogiéndola por la parte posterior de sus muslos. Ella abrió
automáticamente las piernas y las envolvió alrededor de sus caderas. Cuando lo
agarró por los hombros, él se percató de que había comenzado a transpirar. Si no
se detenía en ese momento, se iba a olvidar de quién era ella y la tomaría allí
mismo, en el suelo de la sala de estar de su madre. Una habitación, se recordó a sí
mismo, con unas puertas sin cerrojo y con el retrato de un niño observándolos.
—Gracie… —Puso las manos en sus caderas para bajarla, luego las subió para
soltar sus brazos.
—Cariño, vamos a tener que ir un poco más despacio.
 —No quiero. Quiero que me enseñes que pasa después.
—Eso ya lo veo. Pero lo cierto es, que no estás preparada para nada más que
besos ahora mismo. —La apartó firmemente de él y se agachó para recoger sus
ropas, dándole la espalda después de facilitárselas porque no quería ponerla
nerviosa.
Le dijo que se vistiera y no habia pasado un segundo desde que terminó de
cerrarse la falda hasta que las puertas se abrieron y entró su madre.
—¿Cómo está ahora?
Antes de que él pudiera contestar, Gracie dio un fuerte suspiro y dijo:
—Tu hijo no es un caballero. Se negó a mantener relaciones sexuales conmigo.
Suzy palmeó su brazo, con los ojos bailando de diversión.
—Las palabras apropiadas para calentar el corazón de una madre.
 Bobby Tom definitivamente había tenido suficientes mujeres alrededor por una
noche. Miró a Gracie.
 —Escúchame, cariño. Dormirás aquí esta noche y no quiero que te preocupes
de nada. Willow vendrá a verte a primera hora de la mañana.
Otra vez, Gracie desplazó su mirada de él a Suzy.
—¿No tendrás alguna peli porno en casa?
Suzy dirigió a su hijo una mirada desaprobadora, luego enlazó su brazo con el
de Gracie.
—Lo que vamos hacer es irnos arriba ahora mismo.
Para su alivio, Gracie fue con ella sin protestar.
Él las siguió al vestíbulo y cogió su sombrero de la percha. Cuando comenzaron
a subir las escaleras, él miró a su madre.
—¿Cuántas copas de vino tomó?
—Tres —contestó Suzy.
¡Tres! Bobby Tom no se lo podía creer. Después de sólo tres copas de vino, ella
se había quitado la ropa y le había propuesto mantener relaciones sexuales con
 ella.
—¿Mamá? —Se puso el sombrero.
—Si, cariño.
—De ninguna manera la dejes cerca de un pack de cerveza. 

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