sábado, 10 de septiembre de 2011

Saga Chinooks 1: Simplemente irresistible de Rachel Gibson

SIMPLEMENTE IRRESISTIBLE
Georgeanne Howard, una encantadora belleza sureña, deja a su prometido plantado en el altar cuando se da cuenta de que no es capaz de casarse con un hombre que podría ser su abuelo... por mucho dinero que éste tenga. John Kowalsky, inconscientemente, la ayuda a escapar... hasta que se percata de que se está fugando con la novia de su ¡¡¡jefe!!!... pero ya es demasiado tarde para dar marcha atrás.

En lo más alto de su carrera, esta rebelde estrella del hockey no quiere ser el salvador de nadie –salvo de sí mismo– y no importa lo bella que la dama en cuestión pueda ser. Lo malo es que les espera una larga noche por delante –una noche demasiado ardiente como para resistirse a la tentación.

Años más tarde, Georgeanne y John vuelven a encontrarse. Ella está tratando de convertirse en una encantadora ama de casa de Seattle y él ha dejado atrás sus días de juerga. Pero se queda completamente asombrado cuando se entera de que esa noche inolvidable con ella tuvo como fruto una niña –su hija–, y está decidido a formar parte de su vida.

Georgeanne ha amado a John desde el momento en que se metió en su Corvette rojo siete años atrás, pero no quiere volver a arriesgar su corazón en el intento. ¿Realmente se ha convertido en un hombre nuevo? ¿Será capaz de enfrentarse a la furia de su jefe, perdiendo su última oportunidad de alcanzar la gloria, para demostrar que esta vez su amor será para siempre?

Este fue uno de los dos libros que me leí de esta autora al empezar el verano. Y me sorprendió. 
Narraciones y escenas frescas, cómicas, diálogos ingeniosos...
Y la niña pequeña... te ríes como loca con sus conclusiones!
Recomendado al 100 %


Mientras los niños le ponían al tanto de sus juegos en la calle, advirtió que una 
joven caminaba hacia ellos. Sus pantalones vaqueros eran tan ceñidos que tenían que 
estar haciéndole daño y la parte inferior de su top no le llegaba al ombligo. John 
podía detectar a una  groupie  en busca de sexo a cincuenta pasos. Estaban siempre 
alrededor. Esperando en el vestíbulo del hotel, fuera de los vestuarios o junto al 
autobús del equipo. Las mujeres que ambicionaban acostarse con celebridades eran 
fáciles de distinguir entre una multitud. Se percibía en la forma en que caminaban y 
movían el pelo. En la mirada decidida de sus ojos. 
Esperó que la mujer pasara de largo. 
No lo hizo. 
—David, tu mamá quiere que vayas —dijo, deteniéndose al lado de los dos 
niños. 
—Dile que voy en un segundo. 
—Dijo que fueras ahora. 
—¡Mierda! 
—Me alegro de haberte visto, tío. —John extendió la mano para estrechársela—. 
La próxima vez que vayas a un partido, espérame fuera del vestuario y te presentaré 
a alguno de los chicos. 
—¿En serio? 
—¡Claro! 
Cuando los niños se iban, la mujer se quedó rezagada. John soltó la mano de 
Lexie y la miró mientras decía: 
—Es hora de recoger la cuerda de la cometa y bajarla. Tu mamá se preguntará 
qué nos pasó. 
—¿Eres John Kowalsky? 
Él miró a la mujer. 
—El mismo —contestó con un tono de voz que dejaba a las claras que no estaba 
interesado en tener compañía. Era bastante bonita, pero estaba muy delgada y tenía 
la falsa apariencia de las rubias teñidas como si hubiera tomado el sol demasiado 
tiempo. La determinación endureció los ojos azules de la chica y vio que se iba a 
tener que poner rudo con ella. 
—Bueno, John —le dijo, y las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba 
con lentitud en una sonrisa seductora—. Soy Connie. —Lo repasó con los ojos de pies 
a cabeza—. Estás muy bien en vaqueros. 
Creía haber oído esa frase antes, pero ya hacia tiempo y no podía recordar 
dónde con exactitud. Vamos, no sólo era que estuviera haciéndole perder el tiempo 
que quería pasar a solas con Lexie, sino que, encima, ni siquiera era original. 
—Pero me gustaría verte mejor. ¿Por qué no te los quitas? 
John lo recordó en ese momento. La primera vez que la había oído tenía veinte 
años y acababa de fichar por el Toronto. Lo más seguro es que hubiera sido lo 
suficientemente estúpido para picar. 
—Creo que los dos deberíamos seguir con los pantalones puestos —le dijo y se 
preguntó por qué los hombres eran el único género al que acusaban de utilizar frases 
hechas para ligar. Las mujeres lo hacían exactamente igual de mal y eran mucho más 
insinuantes. 
—De acuerdo. Pero me pido lo que hay aquí dentro —y paseó la punta de una 
uña roja a lo largo de su pretina, acariciándolo. 
John extendió la mano para quitarse el dedo de encima, pero Lexie se encargó 
del problema. Ella golpeó la mano de la mujer para quitarla y se metió entre ellos. 
—No se toca ahí —dijo Lexie, mirando encolerizadamente a Connie—. Te 
puedes meter en problemas muy grandes. 
La sonrisa de la mujer vaciló mientras miraba hacia abajo. 
—¿Es hija tuya? 
John se rió entre dientes, divertido por la expresión feroz de Lexie. Le hubiera 
venido bien su protección con anterioridad, especialmente en City of Brotherly Love, 
donde las  groupies  podían ser bastante peligrosas para los chicos del equipo. Pero 
nunca lo había protegido una chica y mucho menos una de metro veinte. 

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