sábado, 10 de septiembre de 2011

Saga Bridgerton 6: El corazón de una Bridgerton de Julia Quinn

El corazón de una Bridgerton





El día que conoció a Francesca Bridgerton, Michael probó por primera vez el dulce sabor del amor y el amargo gusto de la desesperación. Porque ella era la única de las muchas mujeres que había conocido que le inspiraba auténtica pasión, pero era también la mujer de su primo John, al que quería más que a un hermano. El destino interviene y John muere de forma repentina. Su desaparición proporciona a Michael riqueza y posición... pero lo único que siempre envidió de él sigue estando fuera de su alcance, tras la infranqueable barrera del remordimiento. Francesca no entiende por qué el mejor amigo de John y en quien ella misma siempre ha buscado apoyo, no está a su lado para consolarla. Algo en su interior le dice que debe dar un pequeño paso, apenas un gesto, para que el secreto de Michael salga por fin a la luz. Pero esa misma voz le dice también que cuando lo haga su propia vida cambiará para siempre. 

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Este libro es muy emotivo. Pasan muchas cosas que te hacen reflexionar acerca de la vida. Y te da mucha fuerza leerlo, te enseña que hay que disfrutar cada segundo como si fuera el último. Por eso lo recomiendo.
Y por si fuera poco, él es un encanto, todo lo que hace para evitar caer con Francesca, lo que sufre por ella tantos años y años. Y ella, a pesar de ser algo indecisa (cosa que exaspera), se merecía un final muy feliz.
Un libro que da muchas fuerzas.



—¿Qué queda? 
—Tarta de almendras. 
—¿Esa que sabía a polvo? 
—Esa —contestó Eloise—. Fue el único postre que madre nunca probó. Se lo 
advertí, por supuesto, pero a mí nunca nadie me hace caso. 
Francesca se sintió totalmente desanimada. Era tan patética que, lo único que la 
había sostenido era la promesa de un dulce. 
—Anímate, Frannie —dijo Eloise, levantando un poco el mentón y mirando 
alrededor—. Veo a Michael. 
Pues sí, ahí estaba, al otro lado del salón, pecaminosamente elegante con su 
traje negro de gala. Estaba rodeado de mujeres, lo que no le sorprendió en absoluto. 
La mitad eran del tipo interesado en conquistarlo para marido, ya fuera para ellas o 
para sus hijas. 
La otra mitad, observó, eran jóvenes y casadas, y estaba claro que lo que les 
interesaba era otra cosa totalmente diferente. 
—Había olvidado lo guapo que es —musitó Kate. 
Francesca la miró indignada. 
—Está muy bronceado —añadió Sophie. 
—Estuvo en la India —dijo Francesca—. Claro que está bronceado. 

—Parece que estás de mal genio esta noche —terció Eloise. Francesca se 
apresuró a arreglar la expresión de su cara, con su máscara de impasible indiferencia. 
—Simplemente estoy harta de que me pregunten por él. Él no es mi tema 
favorito de conversación. 
—¿Habéis reñido? —le preguntó Sophie. 
—Noo, no —contestó Francesca, comprendiendo tardíamente que había dado 
una impresión errónea—. Pero no he hecho otra cosa que hablar de él toda la noche. 
En estos momentos estaría encantada de hablar del tiempo. 
—Mmmm. 
—Sí. 
—Ah, sí, claro. 
Francesca no supo cuál de las tres dijo eso último, y entonces cayó en la cuenta 
de que las cuatro estaban mirando a Michael con su bandada de mujeres. 
—Sí que es guapo —dijo Sophie, suspirando—. Todo ese delicioso pelo negro. 
—¡Sophie! —exclamó Francesca. 
—Bueno, es que es guapo —dijo Sophie, a la defensiva—. Y no le dijiste nada a 
Kate cuando hizo el mismo comentario. 
—Las dos estáis casadas —masculló Francesca. 

—¿Eso quiere decir que yo sí puedo hacer comentarios sobre su hermosura? —
preguntó Eloise—. Solterona que soy. 
Francesca miró a su hermana incrédula. 
—Michael es el último hombre de la Tierra con el que desearías casarte. 
—Y eso ¿por qué? 
Eso lo preguntó Sophie, pero Francesca observó que Eloise estaba muy 

interesada en la respuesta. 
—Porque es un libertino terrible —dijo. 
—Es curioso —musitó Eloise—. Te pusiste furiosa cuando Hyacinth dijo eso 
mismo hace dos semanas. 
Típico de Eloise recordarlo tooodo. 
—Hyacinth no sabía de qué hablaba. Nunca lo sabe. Además, estábamos 
hablando de su puntualidad, no de lo conveniente que es para casarse con él. 
—¿Y qué lo hace tan inconveniente? —preguntó Eloise. 
Francesca miró muy seria a su hermana mayor. Eloise estaba loca de remate si 
creía que debía intentar conquistar a Michael. 
—¿Y bien? 
—No podría serle fiel a una mujer —explicó—, y dudo que estuvieras dispuesta 
a aceptar infidelidades. 
—No, a menos que él esté dispuesto a aceptar graves lesiones corporales. 

Las cuatro damas se quedaron calladas y continuaron su desvergonzada 
contemplación de Michael y sus acompañantes. Él se inclinó a decirle algo al oído a 
una de las damas, y dicha dama se ruborizó y se rio disimuladamente cubriéndose la 
boca con una mano. 
—Es un seductor —dijo Kate. 
—Tiene un cierto aire —confirmó Sophie—. Esas mujeres no tienen la menor 
posibilidad. 
Entonces él le sonrió a una de sus acompañantes, con una sonrisa perezosa, 
encantadora, que hizo suspirar incluso a las mujeres Bridgerton. 
—¿No tenemos algo mejor que hacer que contemplar a Michael? —preguntó 
Francesca, fastidiada. 
Kate, Sophie y Eloise se miraron entre ellas, pestañeando. 
—No. 
—No. 
—Creo que no —concluyó Kate—. No en este momento, en todo caso. 
—Deberías ir a hablar con él —le dijo Eloise a Francesca dándole un codazo. 
—¿Por qué? 
—Porque está aquí. 

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