viernes, 2 de septiembre de 2011

Saga Chicago Stars 1: Tenías que ser tú de Susan Elizabeth Phillips

Tenías que ser tu

La ciudad del viento no está preparada para Phoebe Somerville, la moderna, estrafalaria, curvilínea y despampanante mujer que acaba de heredar el equipo de fútbol americano de los Chicago Stars. Y Phoebe no está en absoluto preparada para el entrenador jefe de los Stars, Dan Calebow, una ex estrella del fútbol oriundo de Alabama y un salvaje rubio. 
Calebow es todo cuanto Phoebe aborrece, un deportista sexista y marimandón con una sola neurona en el cerebro. La hermosa nueva jefa es todo cuanto Dan desprecia, una entrometida muñequita que no sabe distinguir una escoba del montículo del pitcher. Así que, ¿por qué se siente tan irresistiblemente atraído por esta sensual gatita como si fuera un misil por infrarrojos? ¿Y por qué el encanto de niño bueno de Dan hace que la cosmopolita Phoebe se sienta torpe, incapaz de hablar y asustada.
Está autora es de mis favoritas. Los personajes son redondos, las tramas secundarias enganchan y te diviertes un montón. Además las protagonistas femeninas no son perfectas y a pesar de todo, encuentran satisfactoriamente el amor. Porque la perfección aburre.
Este libro es genial. Como ella se hace la rubia tonta y como él intenta no fijarse en ella. Ya con el principio del libro te ries: Un funeral, un perrito travieso y una rubia que se hace la tonta ¿que pasará?



Phoebe no era la más atlética de criaturas en las mejores condiciones. Pero aprisionada dentro de una apretada falda, no podía alcanzar a la perra a tiempo de impedir el desastre. Las flores se balancearon y volcándose hacia atrás, chocaron contra la corona de flores de su lado, la cuál, a su vez, dio contra un macizo de dalias. Las coronas eran tantas y estaban tan estrechamente juntas que era imposible que una cayera sin que lo hiciera la siguiente, y flores y agua comenzaron a volar. Los asistentes que estaban de pie más cerca se apartaron en un esfuerzo para protegerse de los tributos florales. Como un dominó, una corona dio contra otra, hasta que la tierra comenzó a parecerse a la peor pesadilla de Merlin Olsen[1].
Phoebe se sacó las gafas de sol revelando sus exóticos y rasgados ojos ámbar.
—¡Quieta Pooh! ¡Quieta, maldita sea! ¡Viktor!
Viktor ya se había desplazado al lado contrario del ataúd en un esfuerzo por alcanzar a la caniche que se movía violentamente, pero en su prisa se derrumbó sobre varias sillas, que, a su vez, volaron sobre otro grupo de arreglos florales, produciendo otra reacción en cadena distinta.
Uno de los asistentes, que se llamaba experto en perros de compañía porque poseía un shiatsu, saltó para intentar detener al frenético perro de lanas sólo para pararse abruptamente cuando Pooh dejó de mover su cola, desnudó sus dientes y le ladró bruscamente como un Terminator canino. Aunque Pooh era generalmente la más social de los perros, el improvisado asistente tenía la desgracia de usar Eternity de Calvin Klein, una fragancia que Pooh había detestado desde que uno de los amigos de Phoebe, que se había empapado en dicha colonia, la había llamado perra cruzada y la había pateado bajo la mesa.
Phoebe, con una abertura en la falda que mostraba demasiado de su muslo para ser respetable, atravesó entre dos de los defensas que observaron con diversión manifiesta como llamaba a la perra de lanas.
—¡Pooh! ¡Aquí, Pooh!
Molly Somerville, avergonzada por el espectáculo que su media hermana estaba dando, trató de ocultarse entre el gentío.
Cuando Phoebe esquivó una silla, una de las pesadas hojas de parra doradas que colgaba de una de las cadenas de su cinturón se incrustó en una de las partes que debía ocultar. La apartó antes de ponerse permanentemente amoratada, sólo para pisar con las suelas de los zapatos unos lirios mojados. Sus pies resbalaron, y, expulsando el aire con un silbido, se cayó.
Al ver a su dueña deslizándose hacia la tierra sobre su trasero, Pooh se olvidó del amenazador asistente perfumado. Interpretando incorrectamente las acciones de Phoebe como una invitación a jugar, los agudos ladridos de la perra aumentaron con delirante excitación.
Phoebe intentó sin éxito ponerse de pie, mostrando al alcalde de Chicago y a varios miembros del equipo rival, Los Bears, una amplia vista de la parte superior de su muslo. Pooh se metió entre las piernas de un pomposo reportero y bajo las sillas de al lado de la tumba, cuando Viktor venía hacia ella desde el otro lado. A la perra le encantaba jugar con Viktor y sus agudos ladridos se volvieron más fervientes.
Pooh se movía rápidamente, pero frenó bruscamente cuando se percató que tenía el camino bloqueado por cestos volcados de flores y una gran extensión de hierba empapada, una barrera formidable para un animal que odiaba mojarse. Desde una esquina, saltó encima de una de las sillas plegables. Cuando comenzó a balancearse, ladró nerviosamente y se lanzó a otra y de allí hacia una superficie suave y dura.
Todo el mundo dio una boqueada colectiva cuando las rosas blancas con cintas celestes y doradas salieron volando. Todo el mundo se quedó en silencio.
Phoebe, que acababa de conseguir ponerse de pie, se quedó helada. Viktor maldijo suavemente en húngaro.
Pooh, siempre sensible con la gente que amaba, inclinó la cabeza a un lado como si tratara de entender por qué la miraba todo el mundo. Sospechaba que había hecho algo muy incorrecto y comenzó a temblar.
Phoebe recobró el aliento. No era bueno que Pooh se pusiera nerviosa. Recordó la última vez que había ocurrido y se adelantó un paso.
—¡Noo, Pooh!
Pero su advertencia llegó demasiado tarde. La temblorosa perrita ya se estaba poniendo en cuclillas. Con una expresión de pesar en su carita peluda, comenzó a orinar sobre la tapa del ataúd de Bert Somerville.



[1] Famoso jugador de Fútbol americano. (N de T)

1 comentario:

  1. diré... Phoebe no es mi favorita... supongo que porque empecé con Cazame si puedes donde no sale muy bien parada - al menos eso recuerdo yo -xDD pero voy a intentar tragarme el libro entero,porque es el unico que me falta xD Ya luego te cuento! Mil gracias por la descarga!

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