domingo, 4 de septiembre de 2011

Escenas de libros: Que dulce es la venganza

Ayer estaba leyendo un fragmento de un libro de Julia Quinn que se llama El vizconde que me amó. Esta escena es de una chica (Penelope Featherington) que es humillada por la sociedad, en concreto por una llamada Cressida. Al final, la pobre sale bien parada gracias a Anthony Bridgerton.
Porque entiendo como se siente, ya que muchas veces me ha pasado lo mismo que a ella. Muchas veces nos encontramos enfrente de una Cressida que nos humilla y no sabemos como reaccionar.
Para todas las Penelopes Featherington del mundo.
Besos


Reseña del libro y descarga






_Oh, no _medio susurró, medio gimió Penelope_. Cress Cowper está 
aquí. 
Kate siguió discretamente la mirada de Penelope. Si Edwina tenía 
alguna rival al título de belleza reinante de 1814, ésa era Cress Cowper. Alta, 
delgada, con pelo color miel y destelleantes ojos verdes, casi nunca se la veía 
sin su pequeño enjambre de admiradores. Pero si Edwina era amable y 
generosa, Cressida era, en opinión Kate, una bruja egoísta de malos modales 
que se divertía atormentando a los demás. 
_Me odia _susurró Penelope. 
_Odia a todo el mundo _contestó Kate. 
_Ya, pero a mí me odia de verdad. 
_ ¿Y eso por qué? _Kate se volvió a su amiga con ojos curiosos_. 
¿Qué podrías haberle hecho? 
_Tropecé con ella el año pasado y por mi culpa derramó todo el ponche 
encima... de ella y del duque de Ashbourne. 
_ ¿Eso es todo? 
Penelope entornó los ojos. 
_ Fue suficiente para Cressida. Está convencida de que el duque, le 
habría propuesto en matrimonio si ella no hubiera parecido tuan torpe en aquel 
momento. 
Kate soltó un resoplido que ni siquiera intentó que sonara femenino. 

_Ashbourne no es tan fácil de atrapar. Eso lo sabe todo el mundo Casi 
es tan calavera como Bridgerton. 
_Quien probablemente acabará casándose este año _le recordó 
Penelope_. Si los chismorreos no fallan. 
_Bah _se mofó Kate_. La propia lady Confidencia escribió que no 
pensaba que fuera a casarse este año. 
_Eso fue hace semanas _contestó Penelope con un ademán 
disuasorio_. Lady Confidencia cambia de opinión todo el rato. Aparte, a todo el 
mundo le resulta obvio que el vizconde está cortejando a tu hermana. 

Kate se mordió la lengua para no mascullar un «no me lo recuerdes». 
Pero su gesto de dolor quedó disimulado por el susurro ronco de 
Penelope: 
_Oh, no, viene hacia aquí _refiriéndose a Cressida. 
Kate le dio un apretujón tranquilizador. 
_No te preocupes por ella. No es mejor que tú. 
Penelope le lanzó una mirada llena de sarcasmo. 
_Eso ya lo sé. Pero eso no hace que sea menos desagradable. Y 
siempre se empeña en que yo le haga caso. 
_Kate, Penelope _gorjeó Cressida, situándose al lado de ellas, tras lo 
cual sacudió con afectación su brillante cabello. 
_Qué sorpresa veros aquí. 
_ ¿Y eso por qué? _preguntó Kate. 
Cressida pestañeó, era obvio que le sorprendía incluso que Kate 
cuestionara su declaración. 
_Bien _dijo despacio_, supongo que no es tanta sorpresa verte a ti, ya 
que tu hermana está muy solicitada y todos sabemos que tienes que ir adonde 
ella vaya, pero la presencia de Penelope... _Se encogió de hombros con 
delicadeza_. Bien, ¿quién soy yo para juzgar? Lady Bridgerton es una mujer 
muy generosa. 

Fue un comentario tan descortés que Kate no pudo evitar quedarse 
boquiabierta. Y mientras miraba escandalizada a Cressida, ésta se dispuso a 
rematar: 
_Qué vestido tan precioso _dijo con una sonrisa tan dulce que Kate 
hubiera jurado que el aire sabía a azúcar_. Me encanta el amarillo _añadió 
pasando la mano por su propio vestido amarillo pálido_. Hace falta un cutis 
especial para poder llevarlo, ¿no crees? 
Kate apretó los dientes. Por descontado, Cressida estaba espléndida 
con su vestido. Cressida estaría fantástica incluso envuelta en arpillera. 
Cressida volvió a sonreír, esta vez le recordó a Kate a una serpiente, 
luego se volvió lentamente para hacer una señal a alguien situado al otro lado 
de la estancia. 
_ ¡Oh, Grimston, Grimston! ¡Acérquese un momento aquí! 
Kate miró por encima del hombro para ver a Basil Grimston que se 
acercaba a ellas y apenas consiguió contener un gruñido. Grimston era el 
equivalente masculino a Cressida: maleducado, superficial y engreído. Por qué 
le habría invitado una dama tan encantadora como la vizcondesa de Bridgerton 
era algo que nunca sabría. Probablemente para equilibrar el amplio número de 
señoritas invitadas a su casa. 
Grimston acudió hasta allí y estiró un extremo de su boca para esbozar 
una sonrisa burlona. 

_Su servidor _dijo a Cressida después de dedicar a Kate y a Penelope 
una fugaz mirada de desdén. 
_ ¿No le parece que la querida Penelope está guapísima con vestido? 
_ preguntó Cressida _. El amarillo tiene que ser sin duda el color de la 
temporada. 
Grimston llevó a cabo un examen insultante de Penelope, desde alto 
de su cabeza a la punta de los pies y otra vez hasta arriba. Apenas movió la 
cabeza, nada más dejó que sus ojos recorrieran de arriba abajo su cuerpo. 
Kate contuvo un acceso de repugnancia que estuvo a punto de provocarle una 

oleada de náuseas. Más que nada, sintió ganas de rodear con sus brazos a 
Penelope y estrechar a la pobre muchacha. Pero tanta atención sólo serviría 
para destacarla como alguien débil y fácil de intimidar. 
Cuando Grimston acabó por fin su maleducada inspección, se volvió 
hacia Cressida y se encogió de hombros, como si no se le ocurriera algo 
elogioso que decir. 
_ ¿No tiene ningún otro sitio adonde ir? _soltó Kate. 
Cressida la miró consternada. 
_Caray, señorita Sheffield, me cuesta tolerar su impertinencia. El señor 
Grimston y yo sólo estábamos admirando el aspecto de Penelope. Ese tono 
amarillo favorece mucho su cutis. Y es tan encantador ver que tiene tan buen 
aspecto después de cómo estaba el año pasado. 
_Y tanto que sí _corroboró Grimston arrastrando las sílabas. Su tono 
empalagoso hizo que Kate se sintiera verdaderamente sucia. 
Kate notaba a Penelope temblando a su lado. Confió en que fuera de 
rabia y no de dolor. 
_No puedo imaginarme a qué se refiere _dijo Kate con tono gélido. 
_Vaya, seguro que lo sabe _intervino Grimston, con ojos centelleantes 
de deleite. Se inclinó hacia delante y entonces dijo en un susurro más 
resonante que su tono habitual, lo suficientemente alto como para que mucha 
gente pudiera oírle_. Estaba gorda. 

Kate abrió la boca para soltar una respuesta cáustica, pero antes de 
que pudiera articular palabra, Cressida añadió: 
_ Qué lástima tan terrible, porque el año pasado había muchos más 
hombres en la ciudad. Por supuesto, a muchas de nosotras no nos falta nunca 
una pareja de baile, pero me da pena la pobre Penélope cuando la veo sentada 
con las matronas. 
_ Las matronas _dijo entonces Penelope entre dientes_ a menudo son 
las únicas personas con un atisbo de inteligencia en la sala. 
Kate sintió ganas de saltar y vitorearla. 
Cressida profirió un entrecortado «Oh», como si tuviera algún derecho 
a sentirse ofendida. 
_De todos modos, una no puede evitar... ¡Oh! ¡Lord Bridgerton! 
Kate se apartó a un lado para permitir que el vizconde se agregar al 
pequeño círculo y advirtió con asco cómo cambiaba la actitud de Cressida. 
Empezó a agitar los párpados y la boca formó un pequeño arco de cupido. 
Era tan atroz que Kate olvidó su cohibición en presencia del vizconde. 
Bridgerton dedicó una dura mirada a Cressida pero no le dijo nada. En 
vez de ello, se volvió de forma bastante intencionada hacia Kate y Penelope y 
murmuró sus nombres para saludarlas. 
Kate casi se queda boquiabierta de regocijo. ¡Vaya corte le había dado 
a Cressida Cowper! 

_Señorita Sheffield _dijo con tono suave_, espero que nos disculpe si
acompaño a la señorita Featherington al comedor. 
_ ¡Pero no puede acompañarla a ella! _soltó Cressida de forma 
abrupta. 
Bridgerton le dedicó una mirada gélida. 
_Lo siento _dijo con una voz que dejaba claro que menos lamentarlo 
podía sentir cualquier cosa_. ¿Acaso la he incluido a usted en nuestra 
conversación? 

Cressida retrocedió, era obvio que muy avergonzada por aquel 
arranque suyo tan impropio instantes antes. De todos modos, lo cierto era que 
el hecho de que Bridgerton acompañara a Penelope contravenía todas las 
normas. Como cabeza de familia, su deber era acompañar a la dama de 
jerarquía más elevada presente en la reunión. Kate no estaba segura de a 
quién le correspondía tal honor en aquella ocasión, pero desde luego no se 
trataba de Penelope, cuyo padre no tenía ningún título. 
Bridgerton ofreció su brazo a Penelope al tiempo que daba la espalda a 
Cressida. 
_No aguanto a las bravuconas, ¿y usted? _murmuró. 
Kate se tapó la boca con las manos, pero no pudo contener una risita. 
Bridgerton le dedicó una breve mirada de complicidad por encima de la cabeza 
de Penelope, y en aquel momento Kate tuvo la extraña sensación de entender 
por completo a este hombre. 
Pero aún más extraño le pareció... que de repente no estuviera segura 
de que el vizconde fuera ese desalmado y censurable mujeriego que con 
demasiada facilidad había creído que era. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario