sábado, 3 de septiembre de 2011

Saga Malory 3: Amable y tirano de Johanna Lindsey

Amable y tirano




Con el corazón destrozado, la inocente Georgina Anderson estaba desesperada por regresar a su hogar en América del Norte. Dejando sus penas en las costas de Inglaterra, abordó de manera desafiante un barco norteamericano, disfrazada de camarero, para servir al capitán James Malory. Malory, un atractivo ex pirata, la oveja negra de una orgullosa familia, había jurado que nunca ninguna mujer lo llevaría al matrimonio. Pero en alta mar, él será vencido por una gran belleza, cuyo amor por la libertad, la independencia y la aventura rivalizarán con él, y por una pasión arrolladora que sumirá a ambos en una vorágine de placer, peligros y amor.


Descargar

No juzguéis el libro por la portada
Este libro es genial. Te ríes mucho con esta pareja, sobretodo con él. Y los dos son como una baja de bombas y no sabes donde van a salir.
También lo recomiendo!



 Si era la colonia del capitán lo que la afectaba así, no había motivos 
para no decírselo. Estaba pensando que habría debido mencionarlo antes cuando chocó contra él 
en la cubierta inferior. 
El estómago le dio un vuelco, provocándole una mueca de contrariedad que no pudo 
disimular a tiempo. 
-  ¡Ajá! -  exclamó James Malory al verla -. Pareces haberme adivinado el pensamiento, 
George. 
-  ¿Por qué, capitán? 
-  Por tu expresión. Has adivinado que quiero hablar seriamente contigo sobre tus hábitos de 
baño...o, mejor dicho, sobre el hecho de que nunca te bañas. 
Georgina enrojeció de indignación. 
-  ¿Cómo se atreve...? 
-  Oh, vamos, George. Ya sé que para los jovencitos de tu edad el baño es una tortura 
horrorosa. Yo también fui niño, ¿sabes? Pero como compartes mi camarote... 
-  No porque yo lo haya pedido -  adujo ella. 
-  A pesar de todo, hay ciertas normas que respeto. 
Entre ellas, el aseo personal o, por lo menos, el olor a limpio

Arrugó la nariz en señal de enfado. Si Georgina no se hubiera sentido tan furiosamente 
ofendida, habría estallado en risas, sobre todo después de lo que acababa de hablar con Mac. 
¿Así que a él le molestaba su olor? ¡Cielos, que ironía! Hasta se hará justicia si ello también le 
provocara náuseas. 
El capitán continuó: 
-  Y como tú no has hecho el menor esfuerzo por respetar mis normas... 
-  permítame decirle que... 
-  No vuelvas a interrumpirme, George -  la atajó, con tono más autoritario -. El asunto ya 
está decidido. De ahora en adelante, usarás mi bañera para asearte correctamente no menos de 
una vez por semana, o con más frecuencia si te parece.  Comenzarás hoy mismo. Y eso, jovencito, 
es una orden. Así que te sugiero que pongas manos a  la obra ahora mismo, si tu gazmoñería te 
exige hacer esas cosas en la intimidad. Dispones de tiempo hasta la hora de la cena. 
Ella abrió la boca para protestar contra esa nueva arbitrariedad, pero la elevación de la 
detestable ceja dorada le recordó que no debía desobedecer una orden. 
-  Sí, señor -  respondió, remarcando señor con el mayor desprecio. 
James, con el ceño fruncido, la vio alejarse a paso firme, preguntándose si no acababa de 
cometer un error colosal. Había creído hacerle un favor ordenándole darse un baño y, al mismo 
tiempo, garantizándole la intimidad para hacerlo. Como la había vigilado estrechamente, sabía que 
no se había permitido la higiene completa desde el comienzo del viaje. Pero no ignoraba, por su 
larga experiencia, que las mujeres, en especial las de buena crianza, adoraban bañarse. Estaba 
seguro de que Georgie no se arriesgaba por puro miedo a ser descubierta. Por lo tanto, él se 
encargaría de obligarla a hacer lo que tanto deseaba. 
Lo que no esperaba era verla tan indignada por eso. Aunque si hubiera pensado con 
suficiente claridad, cosa que últimamente le  estaba resultando difícil, podría haber evitado la 
indignación de la joven. 
<<¡Cómo puedes decirle a una señorita que huele mal, pedazo de idiota!>>, se reprochó. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario